Existen tantas nomenclaturas, tantos nombres técnicos en torno a la industria del televisor, que a veces cuesta seguir el hilo de las innovaciones. Y, lo que es clave, separar el marketing de la evolución real. Todo debería ser más fácil, queremos llevarnos “una buena tele” a casa y no entrar en ese laberinto comercial que abruma.
Para entender algo tan sencillo como la corrección de gamma necesitamos conocer los valores mínimos y máximos de luminancia de un televisor, y así entender cómo se compensa por hardware y software para lograr la imagen más original posible. Pero es algo con lo que hemos aprendido a convivir, qué remedio.
Mientras tanto, la industria tecnológica no para. Tu televisor, casi con toda seguridad, incorpora innovaciones que nacieron en el campo de la medicina, la química o la astrofísica. El presente artículo aspira, al menos, a explicar un concepto tan abstracto como son las NanoCells, una tecnología desarrollada hace más de un lustro para la industria energética que aterriza en televisores como los de LG, con la ambición de lograr la representación del color más exacta hasta la fecha.
Un poquito de teoría del color
Habrás visto más de una vez este triángulo RGB (las siglas de los tres colores primarios, rojo, verde y azul). Y habrás visto tres puntos/coordenadas que forman, a su vez, un triángulo interior: la cromaticidad, el espacio de color que puede reproducir un dispositivo. La virtud, claro, está en contener dentro la máxima cantidad de tonalidades y en contar con una tecnología capaz de reproducirlas, en matizar toda esa información.
A esto tendríamos que sumar un montón de conceptos extra: cómo se convierte todo esto en información, cómo se manipula esta información y se comprime, cómo actúa la electricidad en generar luz, cómo se polariza, etcétera.
Un maremágnum de cuidado pero que se reduce a dos máximas: reproducir el mayor espacio de color posible —como sugiere ese cambio generacional del DCI-P3 al REC.2020— y que tu televisor lo haga sin trampas, logrando la mayor pureza posible.
Un panel LED LCD sigue usando iluminación trasera para iluminar el panel, con la consiguiente contaminación lumínica de colores. Para lograr la colorimetría exacta existen dos retos: separar todo el color innecesario y procesar la retroiluminación de forma correcta.
¿Cómo? Existen distintas maneras pero ambas parten de una misma técnica: rociar una capa intermedia, la lámina entre la fuente de luz y el panel LCD, con cristales que aporten mayor luminosidad a los colores, con algún material de excepcionales propiedades optoelectrónicas.
Qué son las NanoCells
Antes de revolcarnos en una piara de cifras y resoluciones, vayamos al núcleo de la cuestión: ¿qué son estas nanopartículas? Es más fácil de explicar de lo que a simple vista parece. Y debemos mirar hacia la industria energética, más concretamente al mercado de las placas solares transparentes. La transparencia ha sido un Santo Grial perseguido para optimizar la absorción energética y poder convertir techos y fachadas de cristal en puntos de ahorro y sostenibilidad.
Frente a otros materiales que requieren un enorme gasto energético para su producción —como el seleniuro de galio y el telururo de cadmio, que requieren de producción al vacío y alta temperatura—, empresas como SolarWindow Technologies desarrollaron un sistema: nanopartículas pulverizadas sobre el cristal líquido del panel. Así de fácil, como grafitear con aerosol una pared. No hay fallo perceptible ni acumulación, son tan minúsculas que incluso son menos sensibles a la física de otros objetos.
Una técnica que, aplicada a una de las muchas capas de un televisor comercial, logra un control sobre la longitud de onda de la luz y, por tanto, sobre los colores que veremos representados en última instancia. ¿Por qué? Porque son componentes que absorben componentes de color no deseados, dejando pasar sólo las tonalidades más cercanas al rojo-verde-azul puro, para tener el mayor control posible sobre la síntesis de estos colores.
Si nos fijamos en otras alternativas para lograr mejor colorimetría, como los puntos cuánticos —en este vídeo podemos ver de forma sencilla cómo se fabrican—, nos encontramos con un problema: estos cristales son de tamaño irregular (6-8nm), no todos poseen la misma forma.
Y siguen arrastrando un problema: dejan pasar cierta cantidad de luz, de longitud de onda, pero no se obtiene un control total sobre el resultado. Se escapan gran cantidad de tonos anaranjados, lo que redunda en un color más artificial —el rojo intenso de una camiseta deportiva se vería como un naranja marchito—. Estos puntos, además, usan dos escalas: unos cristales de 6nm transforman la luz azul que reciben en luz roja. Los de 3nm se encargan de otra longitud, del color verde. En definitiva, se obtienen los tres colores de una síntesis donde intervienen dos tallas distintas. Una forma, algo más rebuscada, de intentar llegar a un fin similar.
Las NanoCells —una película muy estable de nanopartículas de 1nm—, en cambio, funcionan a la inversa: cuando la luz entra tras ellas, el resultado es más estricto. Cuanto más estrecho es el espacio, mayor precisión de color, longitud de onda más “flexible”, menos bloqueo y más desaturación (derrame de luz roja en subpíxel verde, derrame de luz verde en subpíxel rojo).
Del laboratorio a tu casa
Ambas técnicas comparten el fin, pero las NanoCells, simple y llanamente, ayudan a obtener un control mayor sobre el espacio de color, de forma que sus verdes, rojos y azules son más puros. Por esto decimos “pureza de color”. La verdad es que este es un mundo maravilloso sobre el que ir superando retos, sobre ese “trasladar la realidad tal y como la vemos”.
Estas “tecnologías” nacieron en laboratorios. En la industria biomédica, donde es imprescindible contar con instrumental que mida de forma fidedigna cada variable de cada constante, son precisas innovaciones para, por ejemplo, elaborar fármacos con las cantidades exactas de cada componente.
¿Y por qué se han incorporado las NanoCells a un televisor?
La tecnología LED —en realidad hablamos de LCD IPS— en televisores cuenta con una ventaja, lo mejor de dos mundos, OLED y LCD. Primeramente, son más baratos de implementar que un OLED. Y aunque no son partículas orgánicas —no son sensibles a la oxidación, son biológicamente inertes, necesitan excitación lumínica para activarse— en términos de alta eficiencia de luminiscencia son un verdadero prodigio. Y su vida útil es mayor.
Qué es la gran pulgada
¿Paramos un rato? Tal vez los párrafos anteriores han resultado agotadores. Ahora viene lo bueno: la parte práctica.
Porque todo este repaso teórico redunda en lo que sigue: que cuando estés sentado en tu sofá, cada escena que veas se muestre lo mejor posible. Que podamos ver series y pelis, programas desde el TDT, conectado vía HDMI o cable AV, desde un reproductor Blu-Ray o desde una Xbox, siempre aprovechando el mejor perfil posible.
La gran pulgada hace referencia a paneles a partir de cierto ancho. 55 pulgadas o, para ser más específicos, a partir de los 150 centímetros de ancho. Basándonos en una relación de aspecto 16:9, son 65’’ son unos 165 cm, 75’’ unos 189 cm, y incluso 85’’ unos 216 cm.
Antiguamente, la teoría determinaba que, a mayor tamaño, más lejos tendríamos que colocar el TV. Lo que se conoce como “distancia de visionado óptimo”. La SMPTE (Society of Motion Picture and Television Engineers), por ejemplo, recomendaba según factores como la relación de aspecto.
Y la realidad dice que todo depende de la resolución: en un panel de 55’’, 2 metros si es FullHD, 1 metro si es 4K. Es decir, podemos situarnos sin el menor problema a 1,6m ante un panel de 86’’ —el máximo en la LG NanoCell Serie 9000— gracias a su alta resolución y su panel IPS de alto contraste.
Que compramos cada vez televisores más grandes es una certeza. O, al menos, un anhelo, según estudios de intención de compra. Con la implementación de NanoCells en el panel no sólo dejamos de percibir lavado de color desde ángulos de visión agresivos, también dejamos de percibir el banding provocado por una mala retroiluminación y un procesado deficiente de los datos, frame a frame.
Mirando al mañana
Cuando adquirimos un TV, la intención lógica es que nos dure algunos añitos. La sorpresa surge cuando los estándares se actualizan, cuando se cumple la Ley de Moore y nos llevamos el susto de que el procesador de nuestro TV simplemente no es capaz de aprovechar las últimas mejoras. Y no por el panel, sino por su chipset de procesamiento de imágenes.
Y aquí es donde interviene el Procesador Inteligente Alpha 7 Generación 2 de 12 bits. En primer lugar, para mover con fluidez esta tonelada de información por cuadro.
En segundo, para evitar artefactos, los fallos visuales. La IA (ThinQ) de LG cuenta con 4 procesos de eliminación de ruido/banding. LG se ha tomado esto muy en serio y ha decidido apostar por compatibilidad HFR (Higher Frame Rate), es decir, 100 fotogramas por segundo, en todas las entradas, sin problemas de ancho de banda.
Otro factor clave lo marca el ángulo de visión. Pongamos que estás sentado frente al borde extremo del televisor. A una distancia corta, de 1,6 metros, se estará creando un ángulo de perspectiva de unos 40-50º. Si el panel no está a la altura, percibiremos lavado de color, desaturación.
Las NanoCell han conseguido una especie de efecto cine: mires desde donde mires, con hasta 178º de variación, el color no pierde intensidad de tono, el contorno de las formas se sigue viendo de idéntica forma. De la mejor forma posible.
Imágenes | LG