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Que amamos preservar recuerdos no es nada nuevo. Pero el smartphone lo ha cambiado todo. Ya no quedan brumas en el recuerdo donde esconder verdades a medias. Vivimos una hiperrealidad documentada. El smartphone de hoy es una especie de tótem tecnológico, un colofón entre cientos de patentes convergiendo sobre el mismo espacio: reproductor de música y vídeo, grabadora, escáner, brújula, afinador y, por supuesto, cámara de fotos.

La fotografía del siglo XXI no puede ser entendida sin esta revolución. Eso sí, hace una década la foto estaba restringida, era el recurso de los momentos especiales. Más allá de la foto artística, el revelado de carrete se hacía tras unas vacaciones, cumpleaños, bodas, etc. Esas instantáneas eran complementos a nuestros recuerdos. Los álbumes se archivaban para volver a ellos y completar sus huecos tirando de inventiva o buena memoria.

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Hoy son parte del día a día. Raro es el día sin foto, aunque sea a cosas tan baladíes como los ingredientes de una receta, la clave WiFi del router o un selfie estrenando nueva camisa. Y, de ahí, a la expansión memética, al cachondeo. Que le pregunten a quienes necesitan “disparar” cientos de fotos diarias debido a su empleo —home economists, influencers, analistas tecnológicos, etc.—. Todo esto plantea un interrogante: ¿qué impacto tiene en nosotros esta constante de ver el mundo a través de una lente?

Memoria y realidad

Cuarta

La generación selfie ya no apunta al horizonte, sino a nuestra propia imagen —y la percepción de la misma—. Sometidos a un juicio de valor constante, ajeno y propio, retocando al vuelo: ¿cómo afecta tomar una fotografía de todo lo que nos sucede? ¿Creamos los mismos recuerdos o confiamos en que la fotografía hará las veces de memoria?

A priori, estos recuerdos son de peor calidad. Algo que se complementa con el mito de la identidad. Si la nube recuerda por nosotros, ¿para qué recordar? Y a esto hemos de sumar otro acontecimiento histórico: nuestro confinamiento, trabajar en remoto y la necesidad de enmarcar el hogar como espacio amigable. Los paleontólogos encuentran aquí una especie de «redecoración de la cueva», una asociación educativa: estamos más felices si nuestra realidad se parece a como imaginamos el ideal.

Esto conecta con un estudio clásico: frente a conservar algo de memoria, si guardas algo en tu PC, tiendes a relajarte y olvidar con más facilidad qué era aquello que has guardado. Nuestro smartphone es ahora un segundo cerebro. Podemos resumir, entonces, que la tecnología cambia la forma en la que usamos nuestra memoria.

Pero no olvidemos una máxima: nuestra memoria es falaz. Casi el 40% de nuestros recuerdos son invenciones de nuestra propia (mala) memoria. Y aún una buena parte de la población cree que la memoria actúa como una cámara de vídeo, aceptando «la noción freudiana de la represión, que sugiere que cuando sucede algo terrible ese recuerdo es empujado hacia las profundidades del subconsciente».

En resumen: los recuerdos son algo nuestro, privado incluso, pero no necesariamente algo real. Lo analógico no es mejor que lo digital. Hay una frase que encapsula y resume todo esto: Pics or it didn’t happenUna foto o no me lo creo. Hemos bajado la guardia en cuanto a recordar a favor de una gestión más eficaz de la información. O, lo que es lo mismo, este cambio mejora nuestra metacognición.

Mejores fotos, mejores recuerdos

Tercera

Las fotos nos ayudan a verificar y contrastar hechos. Sí, sabemos lo que estás pensando, también vivimos días de fakes y flagrantes montajes fotográficos. Pero nuestro archivo en la nube, nuestras tarjetas SD llenas de primeros planos a manjares de restaurante o los gifs animados a partir de bailecitos bobos son lo que son: la constatación de nuestra realidad, el día a día.

Es por ello que el mercado del smartphone no puede ni debe dejar de apostar por el mercado fotográfico. Las fotos son el corazón de nuestra comunicación visual y, por tanto, de nuestra socialización. La fotografía es algo ubicuo, ganando peso frente a lo que olemos, saboreamos o sentimos al tacto.

Ahora vayamos con dos certezas. La primera: cuanto mayor es la calidad de detalle en una fotografía más nos ayuda a encajarla dentro de un contexto. Es decir, nos ayuda dentro de un sistema proposicional, evaluando qué es veraz y qué no. Y la segunda: la información que obtenemos de esas fotos nos hace sentir más segurosprotegidos. Aquellas personas que fotografían más son, en último término, más felices.

La mejor cámara no está en el móvil más caro

Eso sí, olvidemos de una vez por todas la eterna falacia. El coste depende de otros muchos factores y la cámara es solo uno de ellos. El ejemplo más claro podemos verlo en la nueva serie K de LG: los LG K41SLG K51S y LG K61, por 159€, 199€ y 259€, respectivamente. En cambio, si nos fijamos en las especificaciones de esta nueva gama K de LG nos llevamos una buena sorpresa:

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El LG K41Sun terminal con Certificación Militar de Resistencia MIL-STD 810G, sirve como perfecta carta de presentación, al contar con una gran cámara frontal y cuatro cámaras traseras. Una principal de 13MP, un gran angular de 5MP con 115º, modo retrato de 2MP y macro de 2MP. Por delante, una pantalla de 6,55” (16,6cm) HD+ con V Notch, sonido de cine DTS-X 3D de 7.1 canales, máximo rendimiento con Android 9.0 Pie con Dual App, y una batería de 4.000 mAh.

Con el siguiente de la serie, el LG K51S, se sube la apuesta: mantiene una quad camera, pero asciende en todas las especificaciones: la principal se eleva hasta los 32MP y el gran angular de 115º a los 5MP.

Y el LG K61 se presenta directamente como el el top de los K con más memoria y cámaras mejoradas, con 4GB de RAM, 128GB de almacenamiento y una quad camera trasera compuesta por una principal de 48MP, con apertura f1 de 79º, gran angular de 8MP con 118º y apertura f2.2, sumado a dos lentes para modo retrato de 5MP y apertura f2.4 y una macro de 2MP y apertura f2.4. Podemos grabar a FullHD y 30fps, podemos ejecutar un autofoco en un zoom 4x y podemos aprovechar modos automatizados como Retrato, Flash Jump Cut, YouTube Live, Comida y Macro.

Por 159€, 199€ y 259€, recordar nuestras vivencias nunca ha sido tan económico. De hecho, son precios asociados a la gama de entrada dentro de sistemas de gama superior, perfectos para capturar hasta el mínimo detalle. Teléfonos muy versátiles que, además de apostar por grandes prestaciones para que demos rienda suelta a nuestra creatividad, ofrezcan un buen servicio a través de un dispositivo adaptable a cualquier circunstancia.

Segunda

Habrá quien piense que estos son «smartphones para adolescentes». Lo son, desde luego, pero también para cualquier otra edad y tipología de usuario. Cuántos hubiésemos querido que este fuese nuestro primer smartphone en nuestra historia digital. Cuántos recuerdos no se hubiesen perdido.

Y que nadie piense que las actuales “generación Z” y posteriores son bobas, que se creen cualquier cosa y pasar tanto tiempo frente al móvil distorsiona sus perspectivas frente a experiencias propias. Tras el ‘caso de Cambridge Analytics’ se fomentó una campaña, ‘Delete Facebook’, donde uno de cada cuatro usuarios erradicó la app del móvil.

Ya lo apuntaba el experto Michael K. Spencer: «la era de la confianza en las redes sociales como vía para mantenerse informado se ha terminado». Y un smartphone que nos ayude a tomar grandes fotos es el mejor aliado no solo para escenificar momentos, también para documentar y rememorar, para construir esos archivos fotográficos que nos erizan el vello recordando días geniales.

Aún hay poca investigación en torno a cómo opera nuestra memoria frente a esta nueva forma, inmediata y voraz, de congelar momentos. Lo que siempre será cierto es que capturándolos tendremos siempre un aval de lo vivido, una buena referencia. Y cuanto mejor sea esa foto en términos de representación de la realidad, de captura y color, exposición y demás aparataje técnico, más vívido conservaremos ese momento.

Imágenes | Unsplash (123 y 4), LG