Hay un electrodoméstico que no puede faltar en cualquier vivienda. Podemos fregar a mano o llevar la ropa a la lavandería, pero necesitamos un lugar frío y seco donde guardar la comida. Ese lugar es el frigorífico, que ocupa un lugar privilegiado en nuestra cocina para separar los alimentos del calor. Gracias a este truco aprovechamos la química en nuestro favor.
Solo extrayendo el calor de un entorno cerrado como el de este aparato somos capaces de hacer que la comida dure mucho más, evitando tirarla, y mejorando notablemente nuestra salud al no ingerir alimentos en mal estado. Pero, ¿sabes por qué el frío conserva los alimentos?, ¿cómo evita el frigorífico la liberación de toneladas de CO2? o ¿cómo puede ser más eficiente?
El frigorífico, técnicamente, no aporta frío
Nos ponemos académicos un par de párrafos para decir algo que puede no parecer obvio. Los frigoríficos no “dan frío”. Lo que hacen es quitar calor. En química no existe eso que coloquialmente llamamos frío, y se habla de energía de las moléculas. A más energía, más calor. A menor energía, menos calor.
El electrodoméstico de la fotografía de abajo funciona extrayendo calor del foco frío, es decir, de su interior, gracias a su compresor lineal LG Inverter. Podemos imaginarlo como una cinta transportadora de calor hacia el exterior, haciendo que su contenido baje de temperatura. Haciendo que dure más.
El electrodoméstico que siempre está enchufado
Antes de hablar de comida, otra nota: el frigorífico es el único electrodoméstico que siempre está enchufado y funcionando, por motivos obvios. Por ello merece la pena invertir en uno de bajo consumo, bajo impacto ambiental y larga duración. Todos estos puntos van de la mano con la reducción de emisiones, y los encontramos en el reto Smart Green de LG. Es parte de su compromiso con la ecotecnología, la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente a través de medidas no solo en el proceso de fabricación de sus productos, sino también en su diseño.
Según estimaciones de la marca, sus frigoríficos reducen las emisiones de CO2 hasta en 1.820 kgCO2eq en menos de 10 años, y esa es precisamente la garantía comercial ampliada de su compresor lineal. Si lo llevamos al bolsillo del consumidor, se consigue reducir hasta un 70% el consumo de la factura de la luz asociada al frigorífico
El aumento de CO2 del siglo pasado y principios de este nos ha colocado en una situación precaria que hemos de solucionar entre todos. Según todos los informes estamos a 0,5ºC de superar un punto de no retorno de temperatura global.
Como compradores tenemos en nuestra mano cuidar de nuestros alimentos para que duren más, alargando su vida mediante la ausencia de calor y ausencia de bacterias; así como la responsabilidad de hacerlo, por las generaciones que vienen.
Pero, ¿por qué el frío conserva los alimentos?
Todos sabemos que el frío conserva la comida, aunque no todos entendemos el mecanismo tras ello, que es completamente diferente al de la sal y otros métodos del pasado. En esencia, temperaturas bajas hacen que las bacterias y otros organismos se reproduzcan más lentamente y, por tanto, que los alimentos tarden más en ser “colonizados” por estos pequeños seres.
La sal, por ejemplo, también “ataca” a las bacterias. Formalmente les roba su comida, que son las moléculas de agua. Al reducir la humedad, la sal termina por matar de hambre a las bacterias, aunque no es una forma muy saludable (ni económica) de mantener la comida comestible.
Tampoco lo fue el frío intermitente de las neveras. A diferencia del frigorífico, que extrae frío del interior, la nevera solo guardaba hielo. Si este se derretía, como era frecuente, la comida se echaba a perder. De ahí que los frigoríficos hayan terminado por ser el método más usado para conservar los alimentos.
Arriba podemos ver el crecimiento de algunas colonias bacterianas con la temperatura. En verde está la conocida E.Coli, cuya tasa de crecimiento se dispara a 39ºC pero que se detiene casi por completo si baja de 8ºC. De ahí que en frigoríficos como los LG, sus múltiples salidas de aire frío para refrigerar de forma homogénea ayuden también a eliminar las bacterias. Además su nueva tecnología Door Cooling, enfría un 32% más rápido y uniformemente con un sistema en cascada de aire, incluyendo los alimentos situados en las baldas de la puerta, garantizando la máxima frescura en todos los rincones.
Conservar la comida evita emitir CO2
Toda la comida que ponemos sobre la mesa tiene un impacto sobre nuestro ambiente. Incluso la local, aunque el impacto sea notablemente menor. Tanto estudios de otras partes del mundo, véase este de Iowa, como locales, este de Amigos de la Tierra para el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, indican que nuestra comida ha recorrido miles de kilómetros antes de llegar a nosotros. Y eso genera mucho CO2.
Arriba observamos cómo entre 1995 y 2011 las exportaciones redujeron ligeramente su lejanía aunque, debido a un aumento del total de las mismas, el CO2 equivalente es muy superior al del siglo pasado. Desde nuestra casa, ¿podemos hacer algo por reducirlo?
Además de comprar comida de producción local, con emisiones de menos del 10% con respecto a las importaciones, también podemos evitar que la comida se estropee alargando su vida gracias al frío. En otras palabras, evitar tirarla a la basura.
Según los últimos datos de FESBAL, la Federación Española de Bancos de Alimentos, “una tercera parte de los alimentos que se producen en el mundo no llegan a ser consumidos”. En las viviendas hay pérdidas de comida que rondan el 42% y Ángel Franco, director de comunicación de FESBAL, analiza los motivos:
- El 72% de los consumidores tiran alimentos porque no se organizan bien en la compra.
- Un 50% porque no congelaron en su momento.
- El 37% porque sobró comida en el plato.
Pensemos en una compra de alimentos de la que tenemos que tirar parte por mala conservación. Será como si hubiésemos emitido CO2 a la atmósfera. Comprar de forma organizada, usar bien el frigorífico y servir porciones más moderadas ayudarán a minimizar el impacto sobre el medio ambiente.
Ni demasiado frío, ni demasiado calor
A la hora de conservar los alimentos no vale cualquier temperatura. De poco servirá, por ejemplo, meter la fruta en el congelador. Del clásico cuento de hadas conocido como ‘Ricitos de Oro’ aprendimos que no debe hacer ni demasiado frío ni demasiado calor. Por eso los frigoríficos LG dividen su espacio interno en varias áreas:
- el cajón Fresh Balancer, que optimiza los niveles de humedad y permite que frutas y verduras duren hasta un 20% más;
- o el cajón Fresh Converter, un cajón multitemperatura que permite regular entre -2ºc y +2ºC la temperatura en función del alimento que introduces. Por ejemplo, -2ºC es la temperatura perfecta para las cervezas y la carne.
Se recomienda, en líneas generales, entre 2ºC y 8ºC para el frigorífico. Así alargaremos la vida de los alimentos frescos que, además de ser más saludables, suelen ser más asequibles que los procesados y, desde luego, dependen de muchos menos residuos plásticos si los compramos a granel.
Los residuos están tan en el punto de mira como el consumo de energía o la liberación del CO2. Con respecto a este último factor algunas marcas han empezado a plantar bosquespara compensar parte de sus emisiones, como es el caso de los 47 millones de árboles que se ha propuesto plantar LG al año, uno por persona. Una iniciativa con la que la marca pretende invitar a la ciudadanía a la acción por un futuro energéticamente sostenible.
Imágenes | Devin Rajaram, Universidad de Alcalá, Amigos de la Tierra, Holly Mindrup