El foco en la eficiencia energética de las viviendas lleva años ganando tracción en el mercado inmobiliario, empezando por el marcado energético de la edificación que, como en los electrodomésticos, buscan hacernos conscientes de la importancia de minimizar el gasto y, en el caso de las viviendas, acercarnos al estándar Passive House en la medida de lo posible.
En 2018 el coste energético (gas y luz) de los hogares españoles rondó los 970 euros, un 6,3% más que 2017. Según el Eurostat, el 64,7% de este coste pertenece a la calefacción mientras que el aire acondicionado apenas alcanza el 0,3%. A diferencia de las calderas, el ciclo de compresión y expansión de los splits están considerados fuentes de energía renovables, y marcas como LG orientan sus estrategias a que el usuario minimice el consumo eléctrico de estos electrodomésticos.
Concretamente, el reto Smart Green de LG se ha puesto como meta concienciar sobre el consumo eficiente y desarrollar conductas responsables como el medio ambiente. Parte de esta iniciativa consiste, precisamente, en reducir los consumos de sus productos, así como sus emisiones de C02, ahorrando agua y energía siempre que sea posible.
En climatización, de la que hablaremos a fondo en este artículo, lo óptimo es pasarse a sistemas de bomba de calor que prescindan de refrigerante R410a. Los split de LG hacen uso del refrigerante R32, mucho más respetuoso con el medio ambiente. Si buscamos un impacto bajo, también hemos de fijarnos en la vida útil del producto.
¿Por qué cada vez se habla más de las Passive House?
Los residentes conocen desde hace años el etiquetado energético. También los consejos clave a la hora de ahorrar energía (que a su vez repercute en el bolsillo). Pero los electrodomésticos eficientes son solo la mitad de la ecuación del consumo en una vivienda. La otra mitad pertenece a la envolvente, la «piel» de la misma, y la energía que se pierde por sus paredes, ventanas o puentes térmicos.
Por eso necesitamos, además de máquinas que reduzcan el consumo a la vez que mejoran prestaciones, prestar atención a la forma y construcción de la vivienda. Los compradores cada vez están más concienciados sobre un modo de vida de bajo impacto, y los promotores lo tienen en cuenta a la hora de diseñar viviendas. En el horizonte se encuentra el objetivo de las viviendas sin consumo o viviendas pasivas.
Estas tocan tierra en la realidad con viviendas que cumplan una serie de normas que se acerquen a un consumo casi nulo. Actualmente una vivienda es considerada Passive House si solo consume 15 kWh/m2 al año en calefacción y otros tantos en climatización.
Si se habla de las Passive House es porque las necesitamos. El impacto del consumo de energía en los hogares aumenta la huella de carbono y, por tanto, repercute de manera directa en el efecto invernadero que da lugar al calentamiento global y al cambio climático. Para evitarlo, podemos hacer uso de electrodomésticos de alta eficiencia energética y con control activo de energía, una función que incorporan los aparatos de aire acondicionado de LG y que permite seleccionar el nivel de consumo en pro de más eficiencia.
¿Son viables las Passive House?
En su momento, las viviendas pasivas, que se llaman así porque en teoría no requieren de energía añadida para funcionar, fue un ideal. Hoy día Passive House es un estándar constructivo. Como un sello de calidad. Lo que indica este sello es la poca energía que consume la vivienda, y esto depende de las necesidades de la misma. Pero, ¿cómo saber si mi casa es Passive House?
Basta con mirar una factura eléctrica para darnos cuenta. Si la demanda en energía para climatizar es inferior a los 30 kWh/m2 al año, entonces es probable que vivamos en una Passive House. Pero dado que este consumo es un 90% inferior a la media, con casi toda seguridad tendremos una vivienda convencional.
Eso no significa que no sea posible diseñar una vivienda bajo este estándar. Lo que sí es de momento imposible es diseñar una vivienda de consumo nulo. 0 kWh/año es una meta que queda muy lejos de cualquier cálculo y tecnología.
Pero podemos ajustarnos en la medida de lo posible, por ejemplo, sellando las roturas térmicas de nuestro edificio empezando por reparar o cambiar las ventanas. La lógica de esto es simple: si tengo menos pérdidas, aprovecharé mejor la energía invertida en calefactar o enfriar la vivienda. A esto lo llamamos eficiencia, y la buena noticia es que ser eficiente también repercute en ahorro económico.
Construir una vivienda eficiente, de cero
Mal plan de marketing sería el colocar un iglú en mitad del desierto del Mohave. Sin embargo, en el norte de Alaska este tipo de construcción cumpliría perfectamente con las condiciones climáticas de la zona, y es que debemos adecuar forma, estructura y materiales de construcción al tipo de clima. En lugares como en España los manuales de construcción reflejan claras divisiones entre climas: atlántico, mediterráneo, continental…
También resulta muy recomendable, aunque extraordinariamente complicado, el buscar una orientación para la vivienda. Por ejemplo, una fachada al sur con vegetación de hoja caduca por delante supone una fantástica opción: en verano las hojas frondosas protegen del calor y en invierno el árbol desnudo deja pasar la irradiación solar. Y si cuenta con una segunda fachada al norte nos ayudará a regular la temperatura fácilmente.
Este ideal, evidentemente, no es fácil. De ahí que se trabaje mucho en materiales aislantespara evitar subidas de temperatura, muros con gran masa térmica capaces de capturar el calor y disipar horas después, aleros para cubrir las ventanas, vidrios con diferentes coeficientes, pocos ventanales, y factores de arquitectura como el coeficiente de conductividad térmica, según el clima.
Todos estos puntos y algunos más como el uso de agua para refrigerar; la vegetación interior y exterior, el tamaño de las ventanas o cómo de compacto es el edificio (los bloques de pisos chatos son más eficientes que los chalets unifamiliares, por ejemplo) son medidas sobre las que el usuario de la vivienda poco tiene que decir a menos que la haya encargado a medida. Poco frecuente.
¿Puedo reducir el consumo de mi vivienda si esta es normalita?
La pregunta que muchos lectores se estarán haciendo es cómo acercar —en la medida de lo posible— una vivienda corriente a una Passive House. Aunque nos quedemos muy lejos del estándar de vivienda de consumo casi nulo, cada kWh evitado (no digamos ya litros de gas) será un logro a favor del medio ambiente, de las próximas generaciones y, por qué no decirlo, para el bolsillo de los presentes.
Por ejemplo, para calefactar la vivienda en invierno podemos usar las clásicas calderas de gas o pasarnos a bombas de calor eléctricas con función de calor inverter como las de LG —que además tienen el mencionado control activo de energía—, lo que supone un ahorro de hasta un 76% si lo comparamos con la quema de gas. La eficiencia del aparato que usamos también impacta en el consumo, además del medio ambiente.
Arriba hemos mencionado cómo cambiar las ventanas puede resultar un acierto. Si reducimos nuestro consumo en un 5, 10 o 15% (depende de la situación de partida y la calidad de llegada) haber invertido en esas ventanas puede resultarnos particularmente ventajoso. También aislar la fachada por fuera, algo más caro por la mano de obra, o inyectar poliestireno, poliuretano o celulosa en en las cámaras de aire del edificio.
Todas estas medidas, que van desde usar una pintura interior con aislante a realizar una reforma de importancia y recrecer los muros para ganar masa térmica y el aislamiento, entran en la categoría de la envolvente del edificio. En otras palabras, modificar esa “piel” exterior de la que hablábamos arriba. A nivel económico, es lo más costoso pero los resultados son interesantes.
Cómo trabajar en la eficiencia de nuestros electrodomésticos
Hemos visto cómo lo óptimo es diseñar una Passive House de cero, y cómo tocar la envolvente es una medida perfecta para casas ya existentes. Junto con esta, la medida que acompaña es la elección de electrodomésticos y sistemas de climatización. Por ejemplo, retirar las calderas de gas por medios más limpios como la aerotermia y las bombas de calor.
La aerotermia es muy interesante y son sistemas con una eficiencia muy elevada. De ahí que se esté instalando en muchas viviendas de nueva construcción, así como en renovaciones. Sistemas como el LG THERMA V extraen el 75% de la energía para calefactar del aire exterior.
Debido a que utilizan el calor exterior para calefactar (sí, también cuando hay 0ºC en la calle) y el frío para refrigerar, las bombas de calor están consideradas fuente de energía renovable. Esto es así porque con un vatio de electricidad son capaces de ganar más de un vatio de calor o frío. Y no, no desafían la segunda Ley de la Termodinámica.
Es por eso que, con una mentalidad cada vez más orientada hacia el medio ambiente y al ahorro, están sustituyendo métodos de calefacción convencionales. Como hemos mencionado en más de una ocasión, hay marcas que también se orientan hacia este valor cada vez más presente en la sociedad. Es por eso que LG inició en 2018 su propio reto interno para reducir el consumo y llevar al mercado electrodomésticos que encajen con el estándar Passive House, como ocurre con su línea de aires acondicionados.
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